Empezamos una serie de entradas en el blog basadas en algunos escritos en la web de rainbowkids y love without boundaries, y algunas de las entradas en nuestra web sobre aspectos postadoptivos, sobre la llegada a casa con un niño o niña adoptado, en este caso sobre los posibles efectos de la institucionalización en menores, traducción (no literal) de una de las entradas de rainbowkids.
Es imposible ofrecer el ambiente acogedor que satisfaga las necesidades de
cada niño de forma individual en un orfanato. Ningún orfanato es capaz de
proveer la misma calidad en el cuidado de un niño que una familia.
Con esto dicho, cada orfanato es diferente. Los orfanatos tienen diferentes niveles de apoyo
financiero, distinta dedicación del personal y otros
recursos adicionales. Incluso el personal
más dedicado tendrá dificultades sin los otros dos y vice versa, sin un personal
dedicado ninguna cantidad de dinero o de recursos en todo el mundo podría
compensar a unos cuidadores de calidad.
Los ratios entre cuidadores y menores a
menudo están desproporcionados. Hayan 9 o 19 menores por cada cuidador habrá,
inevitablemente, un retraso en calmar un llanto, en llenar barrigas vacías y
cambiar pañales húmedos.
Sin importar el país, es muy difícil
cuidar de tantos niños a la vez. Añadamos a este hecho que algunos de los niños
del orfanato pueden tener además enfermedades o necesidades especiales que
requieren una atención especial y más tiempo, y la satisfacción de las necesidades emocionales,
físicas y mentales específicas de
cada niño se convierte en algo imposible. Además, el personal del orfanato quizás no reciba la
formación que necesita para el cuidado de los niños que necesitan una atención
post-operatoria. No solo esto crea un trauma en el niño, probablemente también
provoca estrés en los cuidadores.
Es importante reconocer que un niño de un
orfanato no ha tenido satisfechas sus necesidades de una forma consistente y
predecible. Tener las necesidades básicas satisfechas en la infancia forma la
base para la confianza en otros humanos. Podemos explorar nuestra propia
educación para entender cómo las experiencias tempranas influencian el
comportamiento y desarrollo de un niño, y eso ayudará a los padres a entender
cómo necesita un niño adoptado ser criado y apoyado. El libro de la Dra. Karyn
Purvis, The connected child
(El niño adoptado. Como integrarle en la familia), es una guía concisa y útil para
las familias. Pone en perspectiva habilidades poco comunes del niño o niña para afrontar
situaciones, pequeños demasiado independientes para su edad, la no diferenciación con los
desconocidos, el rechazo al contacto visual, y ayuda a muchos padres a construir
una conexión con esos hijos que han pasado un tiempo institucionalizados o en un
orfanato.
En un orfanato las posesiones personales son un concepto extraño. A medida
que los niños crecen y exploran pueden tener acceso a algunos juguetes o ropa
que son compartidos por todos. No es extraño encontrar niños que no han recibido
nunca un regalo, han disfrutado de tiempo de calidad con un cuidador de forma
independiente o han tenido su propio par de zapatos.
Una vez el niño o niña es adoptado, no puede entender que no se comparten
todas las cosas dentro de la familia o que pueden lastimar los sentimientos de
otro si dañan una de sus posesiones. Además, un niño puede sentirse abrumado
cuando empieza a adquirir posesiones personales.
El baño y la limpieza personal no suelen ser una prioridad en un orfanato.
En general los niños en los orfanatos se bañan o duchan en grupos grandes. En
agua caliente no es en muchas ocasiones lo más común por lo que la hora del baño
no es muy bienvenida ni los niños disfrutan de esos momentos en los entornos
institucionalizados. ¡Es todo lo contrario a la experiencia que suele tener un
niño occidental criado por su familia! En muchos centros no se dispone de
calefacción o solo disponen de ella algunas salas comunes. En los meses de
invierno puede hacer mucho frío dentro del orfanato y no se justifica un baño
regular. Es casi cruel bañar a niños desnutridos en estas condiciones. Cuando un
niño llega a casa con su nueva familia, los padres no deben sorprenderse si las
uñas del niño están sucias o si su cuerpo parece que se no se ha lavado en los
últimos meses. Es importante entender que un niño puede tener miedo a bañarse y
necesitar tiempo para aceptar la práctica de lavarse habitualmente.
Es importante tener en cuenta que, mientras un padre puede sentir la
necesidad inmediata de cambiar la ropa de sus hijos o bañarlos para que huelan
más fresco, los olores y la ropa pueden ser un consuelo para el niño en ese
momento.
Las dietas de los niños en las instituciones suelen ser básicas y escasas.
Se alimenta a los niños de una forma acelerada sin darles tiempo a veces a
terminar su comida. El desarrollo de los hábitos alimenticios en ese entorno
puede influir significativamente en la relación del niño con la comida. A
menudo, los niños institucionalizados, pueden adquirir conductas como la
acumulación/ocultación de comida, engullirla rápidamente sin masticarla, o bien
problemas sensoriales relacionados con los alimentos. Como no experimentan con
nuevos alimentos ni nuevas texturas, el niño puede negarse a comer o escupir
alimentos “extraños”. Comer en exceso y almacenar comida están relacionados con
la experiencia, que nunca han tenido, que en su nueva familia hay abundancia de
alimentos a su disposición. Almacenar alimentos (guardarlos en un bolsillo,
ponerlos en un cesto en su habitación... ) puede ayudar al niño a sentirse
seguro, le da esa seguridad que necesita de saber que hay comida disponible
cuando la necesite. Un niño puede no saber cuando parar de comer, nunca ha
tenido acceso ilimitado a la comida o nunca se ha sentido saciado. Suele llevar
un tiempo al niño entender que siempre va a tener más comida cuando tenga hambre
otra vez. No es suficiente que el adulto se lo explique. Para que un niño sienta
esa seguridad alimentaria primero debe tener algo de poder o control sobre
“poseer” los alimentos. Tener un pequeño armario con comida, una cesta en su
habitación, una bolsa con golosinas que puede llevar con él, etc... ayudan al
niño a procesar la nueva realidad de abundancia de alimento. Una vez que el niño
comienza voluntariamente (sin preguntarle) a compartir la comida de su armario,
cesta o bolsa, y entiende que va a volver a llenarse, la seguridad empieza a
arraigarse.
En el orfanato, un niño, carece de estimulación y experiencias suficientes. Los niños institucionalizados no tienen la oportunidad de tener mucha interacción con el mundo fuera de las paredes del orfanato. También es posible que no tengan demasiada interacción con el mundo dentro de las paredes del orfanato. Esto puede hacer que tener nuevas experiencias, caminar sobre la hierba, ir al parque o incluso entrar en un coche sea estresante. Además, la falta de información visual y sensorial recibida puede conducir a un diagnóstico de retraso cognitivo. La mayoría de niños superan estos “retrasos” con el tiempo. Simplemente deben procesar muchas experiencias nuevas, adaptarse a la vida familiar y, en ocasiones, aprender un nuevo idioma. Todos requieren paciencia y empatía por parte de su nueva familia.
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