Os traducimos la segunda parte de uno de los posts del blog que escribe Fiona Ferguson, madre de dos niñasadoptadas en Inglaterra a finales de los 80 con 5 y 6 años, del que ya os tradujimos la primera parte.
Como siempre que traducimos un texto, éste no representa las ideas de la web o de las personas que participan en este blog, únicamente lo traducimos para que sirva de reflexión y para mostrar distintos puntos de vista de distintas situaciones relacionadas con la adopción.
En términos teóricos sobre los Desordenes de Apego estos comportamiento son la forma que tiene el niño para controlar algo en un mundo que perciben como aterrador, peligroso y impredecible. La única forma que tiene el niño para hacer frente a ello es controlarlo todo y a todos a su alrededor.
El niño no confía en nadie y está en alerta constante de peligro. Acercarse a otros no es una experiencia que les genera confianza ya que su única experiencia anterior ha sido que confiar en sus cuidadores les ha llevado a una situación de abuso, peligro, estrés y miedo.
Mi posición como madre era de una persona en quien no podía confiar y ¡Dios! si me probó.
Era evidente que se golpeaba en la cabeza, balanceaba, auto-mutilaba y empecé a darme cuenta que Amy no podía leer las emociones. Amy no podía decir al diferencia entre los estados de humor de las personas y estallaba a menudo en momento en los que era incapaz de entender porque alguien estaba feliz o tristes o enfadados.
En mi próximo post voy a hablar de cómo fue la terapia, este es un tema bastante polémico y no aconsejaría a nadie usarlo sin ayuda profesional. Ésta es mi historia y lo que funcionó para mi no es la respuesta a todos los menores que tiene un transtorno de apego.
Vuelvo a repetir que esta es mi experiencia y espero que demostrará que hay esperanza para, incluso, el niño más dañado.
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Tal y como comenté en el post de ayer es muy
difícil para mi revivir, pero quiero hablar sobre mi experiencia personal sobre
cómo es la vida con un trastorno de apego.
Ya mencioné que Amy nunca lloraba la
principio cuando llegó a nuestra casa, lo que si hacía era intentar controlarlo
todo y a todos a su alrededor. Amy era amistosa de forma superficial con los
extraños y teníamos que tener siempre un ojo encima o se habría ido. Amy
abrazaba a cualquier con quien tuviera contacto, los profesores hicieron lo que
pudieron para desanimar este comportamiento, pero lo hacía de forma
inconsciente. Alguna gente confundía este comportamiento diciendo que Amy era
una niña muy cariñosa pero nosotros sabíamos que no. Amy no hacía amigos
fácilmente en la escuela y frecuentemente se peleaba con otros niños en la
clase.
Si Amy o Lauren llegaban a tener un amigo,
podían ser muy posesivas y aliarse frente al resto de niños para quedárselo para
ellas.
Amy nunca estaba quieta y era imposible que
se concentrara en una tarea y mis esperanzas de darle uso la caja gigante que
había hecho para las manualidades se hacían añicos, cualquier intento de pintar
o crear alguna pieza de arte acababa con Amy vagando en el mismo momento en el
que yo sacaba los lápices y el papel.
Admito que me sentí triste ya que ser
creativo era algo que realmente quería hacer como madre.
Me encontré haciendo plastilina - algo que
conseguía que ellas disfrutaran y pasaran algunas horas modelando las
plastilinas con accesorios para crear formas.
Todo lo que Amy tocaba se las arreglaba para
romperlo y cuando se enfadaba tiraba y aplastaba todo lo que había en la
habitación y rompía sus juguetes.
Empezó a ser evidente que toda al rabia de
Amy se dirigía principalmente hacia mi, era como si todo su odio se dirigiera a
mi por todo lo que había hecho su madre.
En términos teóricos sobre los Desordenes de Apego estos comportamiento son la forma que tiene el niño para controlar algo en un mundo que perciben como aterrador, peligroso y impredecible. La única forma que tiene el niño para hacer frente a ello es controlarlo todo y a todos a su alrededor.
El niño no confía en nadie y está en alerta constante de peligro. Acercarse a otros no es una experiencia que les genera confianza ya que su única experiencia anterior ha sido que confiar en sus cuidadores les ha llevado a una situación de abuso, peligro, estrés y miedo.
Mi posición como madre era de una persona en quien no podía confiar y ¡Dios! si me probó.
Era evidente que se golpeaba en la cabeza, balanceaba, auto-mutilaba y empecé a darme cuenta que Amy no podía leer las emociones. Amy no podía decir al diferencia entre los estados de humor de las personas y estallaba a menudo en momento en los que era incapaz de entender porque alguien estaba feliz o tristes o enfadados.
Recuerdo un par de ejemplos, Amy estaba en
la escuela y dijeron en la clase que podían ver el partido de Inglaterra en la
Copa del Mundo. Todos los niños estaban muy excitados ya que estaba ganando
Inglaterra. Desafortunadamente le humor cambió ya que de golpe Inglaterra empezó
a perder, todos los chicos que cruzaron y empezaron a estar enojados. Esa tarde,
cuando Amy llegó, tuvimos una noche especialmente difícil ya que Amy no era
capaz de lidiar con ese cambio de humor de su clase, esto la llevó a un estado
de lucha o de huida y nosotros tuvimos que lidiar con este retroceso.
Amy podía ser un peligro para ella misma y
para los demás cuando empezaba la rabia. Pasábamos unos ratos muy buenos en casa
de mis hermanas. Era muy difícil irnos a cualquier sitio, como todos los niños
que no quieren irse cuando lo pasan bien. Teníamos que preparar la marcha con
las niñas mediante "cuenta atrás" una hora antes para prepararlas para el final
de la visita.
Esa tarde en especial, Amy, estaba dando
patadas con mucho estilo, había empezado con una rechazo a irse, entonces
empezaban las patadas, escupir i sollozar. Patadas contantemente a la parte de
atrás de mi asiento en el coche o tirándome del pelo.
Pero ni mi esposo ni yo estábamos preparados
para lo que pasó después, Amy, se tiró encima de la parte delantera cogiendo el
volante, estábamos en la M27 y fue una experiencia muy aterradora. Mi esposo
logró detenerse en el arcén donde nos las arreglamos para mantener a Amy hasta
que finalmente se vino abajo y ese fue el momento en el que estuvimos realmente
a salvo de cualquier otro peligro adicional.
Ser testigo de como un niño tiene este nivel
de rabia es realmente aterrador, es como si el niño tuviera una experiencia
fuera de su cuerpo y muchas veces era como si ella, Amy, fuera inconsciente de
su persona, me daba cuenta de eso por sus ojos que tenía un aspecto de no
comprometerse. Amy tiene muy pocos recuerdos de esos momentos.
En mi próximo post voy a hablar de cómo fue la terapia, este es un tema bastante polémico y no aconsejaría a nadie usarlo sin ayuda profesional. Ésta es mi historia y lo que funcionó para mi no es la respuesta a todos los menores que tiene un transtorno de apego.
Vuelvo a repetir que esta es mi experiencia y espero que demostrará que hay esperanza para, incluso, el niño más dañado.
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