15/9/13

adopción fracasada

Este es un artículo traducido de la web de una asociación americana (Christian Homes and Special Kids) que busca padres adoptivos a niños/as que los necesitan (o al revés), que no es propiamente dicho una agencia de adopción. Habla sobre un niño, un niño pequeño que quedó huérfano junto por lo menos otro hermano, y después de vivir institucionalizado fue adoptado y rechazado para, al fin, volver a ser adoptado por otra familia.

El artículo se titula adopción fracasada.

Se han publicado en España algunos artículos que hablan de las adopciones truncadas o de los problemas que presentan algunos niños y niñas para ser adoptados. Esta es una historia real de un niño real, de una familia real, a los que podemos poner, si bien no cara si emociones que los hacen mucho más cercanos que un porcentaje o un número.

Aunque no se tiene cifras sobre el número de fracasos en la adopción en españa y que realmente el proceso y la concepción de la adopción en España es muy distinta a la de Estados Unidos y nunca podrían darse casos cómo el que se describen en esta noticia, la realidad es que también se dan adopciones truncadas. Por supuesto que no solo falla la familia, cómo puede leerse en la traducción que os incluimos, pero es importante que los futuros padres y madres adoptivos reflexionen sobre lo que implica la adopción, pero también sobre las dificultades añadidas debidas a la institucionalización, el abandono, la negligencia, los abusos, etc... que puede haber sufrido su futuro hijo o hija.

Como siempre que traducimos un texto, éste no representa las ideas de la web o de las personas que participan en este blog, únicamente lo traducimos para que sirva de reflexión y para mostrar distintos puntos de vista de distintas situaciones relacionadas con la adopción.

 
 
Esta entrada ha estado luchando por salir por algún tiempo ya. He intentado reprimirla con un millón de “y si...” y finalmente he llegado a acepta el hecho que mis “y si...” eran realmente una forma de pretender y engancharme a la idea que nuestra adopción ha sido perfecta en todos los aspectos. Y no lo ha sido. Y tampoco ha sido perfecta para todos nuestros hijos, sobretodo para nuestro hijo de 12 años, Lemuel.
 
Las circunstancias del nacimiento de Lemuel pertenecen a su historia privada y por respeto a él solo voy a compartir lo que es absolutamente vital para comprender porque se convirtió en una “adopción truncada”. Lemuel nació de una madre pobre y físicamente enferma que murió solo un mes después de entregarle. La madre biológica de Lemuel sufría desnutrición. Ella no lo “rompió”, hizo lo mejor que pudo, pero él nació con desventaja respecto a los niños bien alimentados de su edad, compañeros de la misma edad muy deseados. Se creó una fisura...

Lemuel esperó en un orfanato en Asia durante 7 años para encontrar a su familia. Estaba en un fantásticos orfanato cristiano dirigido por una familia a la que respeto muchísimo. Ellos no “rompieron” a nuestro hijo. Le alimentaron, vistieron y entrenaron pero ellos no eran un núcleo familiar. Ellos serían los primeros en decirte que lo que necesita un niño es una mamá y un papá a los que llamar suyos y una “familia normal” para desarrollarse hasta su mayor potencial. La fisura se ensancha un poco mientras espera...

Después de 7 largos años, Lemuel, fue entregado en adopción junto a uno de sus hermanos biológicos. Esta adopción duró 2 semanas hasta que esta familia reconoció que no estaban preparados para los desafíos que estos dos niños presentaban. Rompieron con esta adopción y Lemuel y su hermano fueron colocados en distintos hogares de acogida considerando que era lo mejor para ellos. Esta primera familia no “rompió” a nuestro hijo, pero la fisura esta vez ser ramificó...

La nueva familia de acogida de Lemuel lo acogió, indudablemente, con la mejor de las intenciones. Ellos querían ayudar a niños que lo necesitaban. En un ambiente de seguridad, Lemuel, empezó a mostrar toda la tristeza y enfado que sentía ante estas circunstancias de su vida que nunca había podido controlar. Esta expresión salió en forma de violencia. La familia tenía sus propios hijos biológicos a los que proteger. Lemuel era demasiado peligroso para quedárselo. Él necesitaba mucho más de lo que con seguridad le podían ofreces así que llegó el momento de seguir adelante. La fisura en el alma de nuestro hijo se convierte en una gran grieta que rezuma cosas feas...

Lemuel es colocado en un hospital psiquiátrico con un parche que le suministraba medicación continuamente. Tiene 8 años. Este medicamento mantiene las rabietas a ralla y pone una tirita en la grieta abierta, la herida mortal. Cuando su tristeza la atraviesa le dan también pastillas además del parche. Está etiquetado. Está solo en un país extranjero, sin familia, sin hermanos y nadie para luchar realmente por él. La base de este niño se rompe en mil pedazos y dice que no quiere vivir más. Es un montón de fragmentos rotos...


Supimos de Lemuel a través de nuestra agencia de adopción y acordamos ir al hospital psiquiátrico y conocerle.


Nos llevamos a nuestros tres hijos con nosotros porque queremos que entiendan lo máximo posible sobre este niños que puede (o no) unirse a nuestra familia. Nos encontramos a Lemuel en una gran cafetería del hospital. La habitación huele a pizza rancia y leche. Es una pequeña figura al final de una larga mesa sentado junto a una asistente social. Nos acercamos a él y está ATERRORIZADO. Sus ojos se mueven a cada uno de nuestros rostros y después alrededor de la habitación. Nunca se para de mover. Quiere estar en cualquier sitio menos en ese, preparándose para otro probable rechazo por personas que no significan nada para él y que lo simbolizan todo. Intentamos jugar a un juego de mesa con él pero se equivoca, se enfada y lo deja. Sus labios están tan agrietados que están rodeados de costras. Ha estado mordiéndose y lamiendo los labios durante semanas por pura ansiedad. Intentamos bromear con él pero no lo entiende. Se levanta bruscamente y se marcha de la habitación mientras intentamos hablar con él. Ninguno de nosotros sabemos siquiera si le está permitido hacer eso. La asistente social va a preguntarlo mientras mi marido y yo nos decimos sin palabras “este chico está hecho un desastre”. Y lo estaba.
 

Salimos del hospital hasta un restaurante cercano para hablar y orar en familia. Estamos angustiados por lo que hemos visto pero a la vez conscientes que estamos muy lejos de nuestra Liga. Podríamos haber subido al coche e irnos sin siquiera mirar el retrovisor. Una parte de mi quería hacerlo. La otra parte quería llevarse a casa a Lemuel ese mismo día. Le pedimos al Señor que nos mostrara qué debíamos hacer. Llamamos a nuestra agencia en el camino de vuelta desde el hospital y les dijimos que queríamos llevarnos a Lemuel a casa. Lo hicimos. Cuando le recogimos unos días después no estaba ni feliz ni triste. Únicamente resignado. Nunca se había tomado en cuenta su opinión así que no mostró ninguna sobre esta nueva familia que venía a buscarlo. Podría simplemente haber aprendido a deletrear su nuevo apellido y continuar con su vida. Lo intentó. No pudo. No era suficientemente buen actor para camuflar sus verdaderos sentimientos. Lloró mucho. Desobedeció la mayor parte del tiempo. Su actitud era terrible. No le gustaba nuestra comida, nuestra música, nuestras ideas, ni ninguno de nosotros. Estaba decidido a rechazarnos primero o a forzarnos a a rechazarlo y acortar el tiempo entre a llegada a casa y la “patada en el culo”. Nos hizo desgraciados. No podíamos ir a ningún sitio con él sin tener que enfrentarnos a él quejándose, quejándose, quejándose o con un comentario o pregunta inadecuado – y no podía hacerlo en voz baja. Aún no puede. Mentía sin parar y contaba excusas sin sentido. Comía compulsivamente y tenía pesadillas constantes. Nuestras vidas cambiaron de forma radical en los siguientes meses. Nuestros hijos mayores empezaron a resentirse. Nuestro hijo pequeño no quería jugar con él porque hacía trampas y siempre tenía que ganar. En la intimidad, nos cuestionábamos la decisión de haber traído al niño a casa.

Sentimos lo mismo que sintieron sus familias anteriores. Que habíamos cometido un error y condenado a nosotros mismo decidiendo criar a el niño más difícil. Lloramos. Leímos libros. Consideramos acabar con la adopción cientos de veces y cada vez, uno de los dos decía “no”. Hasta que nos dimos cuenta que cuando nos entregaron ese cuerpo con una persona rota en el interior esperábamos que se “levantara y andara” por el simple hecho de estar bajo nuestro bendito techo.

De alguna forma pensábamos que nuestra mera presencia era suficiente para curar a ese niño. Pensamos que sería fácil. Éramos críticos con todos los que lo habían intentado antes. Hasta que fuimos humillados. Hasta que tampoco nosotros pudimos arreglarle.
Avanzaré rápido 5 años. Lemuel sigue en nuestra familia. Ha estado en terapia y en tratamiento en internado desde que se unió a nuestra familia. Hemos cometido errores en su crianza. Hemos puesto el listón tan alto que él nunca podía saltar por encima y nos hemos enfadado cuando no lo ha hecho. Hemos fallado. Pero también hemos tenido éxito.
Le prometimos que esta familia sería su última parada. Y lo es. No porque seamos más tolerantes o perfectos y por supuesto no porque él se haya “curado” de todos sus problemas. Esta es la última parada de Lemuel porque él es nuestro hijo y le queremos. Estamos aprendiendo a aceptarle tal y como “es”. No tenemos el tipo de cola que arregla un niño roto pero tenemos al Padre Celestial que hace todas las cosas nuevas y Él nos enseña poco a poco y día a día que Él es el que manda. Lemuel ha mejorado mucho en estos 5 años per ¿adivinad qué? También nosotros. Hemos aprendido el significado de “bendición disfrazada” y estamos trabajando en averiguar otros misterios como "amor incondicional" y "ajustarse a las expectativas". Lemuel está bien. Es exactamente lo que se supone que debe ser en este momento en su vida.
 
A pesar de los duros golpes que le ha dado la vida, continua encontrado alegría en las cosas pequeñas. Ama el deporte, los juegos de ordenador, a otras personas, hacer amigos y comer comida filipina. Se ríe mucho y muy fuerte con el programa más tonto de la televisión y adora a su hermano pequeño, que tiene síndrome de Down.

Lemuel es un milagro andante. . . la belleza surgida de las cenizas.

No creo que yo hubiera sobrevivido a los que él ha pasado. muchos no podrían. La mayoría no sería capaz de hacerlo y mantener la esperanza en el futuro. Lemuel tiene muchas esperanzas y grandes planes - quiere jugar al fútbol en el equipo de su escuela, conducir un coche cuando tenga 16, alistarse en el ejército y él dice que nunca se casará porque probablemente muera en una guerra y no quiere que su esposa esté triste. (Un poco morboso, pero muy previsor también).


No soy tan arrogante para creer que el niño fue sometido a todo este infierno sólo para enseñar una lección valiosa a la familia, pero lo ha hecho. Conozco la razón de la vida de Lemuel, la misma que para el resto de nosotros: existimos con el único propósito de glorificar a Dios. Jesús, sea glorificado en el camino y nos convierte en algo hermoso para Dios. ¡Amen!

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